viernes, 29 de julio de 2011
Desear y premiar
Todo lo que puedo decir es que el esfuerzo controlado por no hurgar en tus asuntos, en tu pared, pueden ser premiados ahora por alguna academia dedicada a la fuerza de voluntad, alguna academia especialista en premiar adictos en rehabilitación. Cada minúsculo paso que emprendí por combatir el deseo incontrolado por seguir sabiendo de vos, cada tarde, cada pensamiento, cada hipótesis, cada tristeza, cada paso, cada guerra al anochecer por mantenerte en un lugar o quitarte de otro, cada esfuerzo, cada gloria. Todo eso tiene valor, aunque ni te enteres, ni leas estas pseudo cartas, quizás hay mil cosas que te hayas perdido, porque claro, nunca respondiste. No lo sabemos, nada de lo que pienso tiene una forma o un resultado exacto. No lo sabemos hasta que hables. Lo cual se resume más imposible que cualquier misión por querer olvidarte en menos de un mes. Lo que dura un mes. Eso es todo lo que necesito para reafirmar un paso, trazar un camino, armar una meta, seguir extrañándote a la luz de la tv, creer 6 cosas imposibles, ignorar que estás ahí aunque en realidad no estás, recordar que hay razones por las cuales no eliminarte de mis contactos aunque me quiebre un poco con cada gesto virtual tuyo, volver a empezar, recordar casi autodestructivamente alguna que otra oración especialista en rompercorazónenmilpedazos y volver a tropezar, desear, y volver a empezar. Felices los que celebran un logro tan insignificante o mínimo, mejor dicho, como no marcar tu nombre en el buscador. Celebrar. Y volver a desear, porque yo todavía deseo ser tu amante y tu amiga al mismo tiempo.
jueves, 14 de julio de 2011
Cosas
Escuchar mientras lee...
Ya no hay ciencia, ya no hay táctica, no hay estrategia (nunca lo hubo), ya no hay cálculos, horarios, fechas... ya no queda nada de eso entre los dos. Ya no tengo que pensar si me conviene mandar un mensaje de texto en "tal situación" o "a tal hora" o "después de tal cosa". Ya no busco en mi celular esos mensajes que guardé, que todavía no quiero borrar. No reviso impaciente cosas. Ya no quiero revisar, no quiero recorrer de principio a fin esa historia. Me la sé de memoria, si es que alguna vez tuvo fin.
No direccionaré la balanza hacia ningún costado, ni a un lado, ni al otro. Ya no habrá maldad, no habrá perdedor, no habrá malas intenciones. Y como dice una canción "Sabés que puedo usar a alguien", yo puedo besar a alguien. Puedo entretenerme, si es eso lo que esperabas. Es que probablemente no esperabas nada de mí, todo giraba en torno a tu mundo, un egoísmo sospechado. La parra del patio ya se quedó sin hojas. Empezaba el invierno cuando te conocí, empezaba la primavera cuando te volví a ver, y regresaba el otoño cuando te ví otra vez darte media vuelta hacia otro lugar. Ese que sólo vos conocés. Esta típica manera melancólica de ver los hechos. Y el color que veo a través de mis lentes de sol, le da ese toque melodramático a esta estupenda historia de amor... que se cubre con un tinte en versión desamor, que te extraña, que te habla, te llama y no la escuchás. Esa historia, que podría retomar cuando yo lo quisiera... sólo que eso sigue siendo aún una fantasía. El color que se ve a través de mis lentes me recuerda a una película (la nuestra) cada vez que miro a la autopista desde el puente, me recuerda a algo que no sé bien qué es, una sensación, no podría describirtela, como a esta historia, sería difícil empezar por un principio y terminar con un final. Cada vez que paso por ese puente miro hacia un lado, es casi rutina, me sale por inercia, y yo sé hacia dónde se dirigen mis emociones... el color que veo a través de mis lentes cuando miro desde el puente hacia la dirección donde te encontrás, le da ese toque a esta historia, que a veces confundo con la ficción y en la que una parte de mí sigue creyendo. Estando en tu auto, recuerdo las luces, la música de fondo, un lugar, hay más de una temporada que yo puedo recordar. No sé si sabías pero a esa historia le falta un verdadero desenlace.
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